Historia actual: Ascensión.
El pequeño rayo de luz, aquella esfera diminuta, se eleva hasta llegar más allá de lo que la vista humana, y lo que cualquier maquinaria, podría ver. De hecho, no hay forma humana de ver ese lugar; solo el alma puede hacerlo.
El lugar rezuma pacifismo. También una calma increíble. La vibración del lugar es tan alta que nadie que vaya querría salir jamás.
Observa a su alrededor; hay muchos colores brillantes en el ambiente. Pero no en las superficiales; estos están en el aire. Parecen formar parte del campo astral en el que se encuentra.
También hay luz. Mucha luz. Tanto que podría cegar a cualquiera. Pero no es dañina; es cálida y brillante. Es agradable. Muchísimo.
Una gran fuente de agua se encuentra en ese lugar también; el agua es transparente y parece brillar también. No sabe si es por la luz o que el agua es mágica. Pero desea estar ahí; lo llama.
Más esferas de luz brillantes se encuentran en ese lugar. Flotan en el ambiente y se mueven en dirección a la fuente. ¿Es ahí donde debe ir? Supone que sí.
A medida que se acerca, puede ver una construcción blanca en el fondo. Es una especie de capilla grande con una cúpula. ¿Qué habrá en ese lugar? No tiene ventanas, pero sí una puerta.
No obstante, se dirige a la fuente de agua y se sumerge. No sabe qué pasará. Él solo ha hecho lo que hacen las demás y lo que su instinto le pide.
Nada durante un rato y, cuando emerge, se da cuenta de que hay una fortaleza blanca. No es la anterior; esta tiene la puerta abierta. Y por ello, como si se sintiera invitado, se cuela en el interior.
La sala es blanca y está iluminada por luz angelical; no hay bombillas. Solamente es luz que flota en el ambiente en forma de partículas. Son brillos áureos que le inspiran paz y seguridad.
???: —Bienvenido.
Una voz masculina suena en algún lugar, formándose en esos instantes, frente a la esfera luminosa, la figura de un varón; su cabello es rubio oscuro, media melena, ojos miel y una sonrisa tan cálida y amable que transmite la necesidad de perderse en sus brazos y no salir jamás. Es una vibración protectora.
Su vestimenta es peculiar; una especie de peto de cuero marrón de un solo tirante y un faldón de la misma tela que deja entrever partes de la pierna. Los únicos detalles son en color verde, estando en ese tirante y parte de la parte superior.
—¿Dónde estoy? ¿Qué es este hermoso lugar? —Cuestiona el orbe de luz, manteniéndose frente al varón.
???: —El Angal. —Pausa—. También conocida como "la fuente del origen" o "la fuente del amor universal".
La esfera medita en silencio. ¿Alguna vez escuchó acerca de ese lugar? No lo cree.
—¿Y tú quién eres? ¿Qué hago yo en este lugar?
Rafael: —Mi nombre es Rafael. Soy tu guía desde que naciste. —Pausa—. Estás aquí porque te has elevado; has trascendido y has ascendido al lugar que te corresponde.
El orbe de luz se muestra confuso. No termina de entender nada.
—Pero yo he muerto. Debería haber desaparecido pues... vendí mi alma por un pacto.
Rafael: —Eso ha sido finalizado; tu karma ha sido reparado en ese acto que realizaste hace un rato. —Pausa—. El pacto ya no existe y ahora eres libre.
—¿Y quién soy yo ahora? —Pausa—. Tengo la sensación de no saber ni quién soy ahora.
Rafael: —Eres una semilla estelar; un fragmento de la fuente; una parte del todo; un fragmento de la luz del universo; una pequeña estrella. —Pausa—. Siempre lo has sido, pero has vivido tanto tiempo engañado que lo has olvidado.
—¿Engañado? —Pausa—. No comprendo nada, disculpe. —Y es que no puede entender qué está pasando.
Rafael: —Viviste bajo el yugo de la corrupción; esa que usa nuestros nombres para engañar a los seres humanos y alimentarse de su sufrimiento. También crea carcasas sin vida para someterlas y esclavizarlas. Pero la realidad es que, todos deberían ser libres, amados y felices. Eso es lo que prima en este lugar.
—¿Se refiere a Enlil? ¿O a Lucifer? Realmente... he estado en demasiados lugares.
Rafael: —Sí. —Pausa—. Usa nuestros nombres para engañar y seducir, pero nada tiene que ver con nosotros.
—¿Es usted un ángel? ¿Es el Rafael al que... odié en algún momento?
Rafael: —Soy el original. Al que odiaste, era una falsa copia. —Pausa—. Puedes llamarnos ángeles, estrellas, cosmos o Kadistu. Aquí todos somos iguales.
—¿Kadistu?
Rafael: —Ensambladores de vida. —Pausa—. Y ha llegado, tras esta ascensión, tu nueva vida. Esta vez, tu misión la eliges tú.
—¿Misión de vida? ¿Nueva vida? Pero si acabo de llegar... —Es tal paz que siente que quiere quedarse. Y quién no.
Rafael: —Podrás volver aquí cuando finalices. Pero aún tienes algo que hacer para poder quedarte de forma permanente. —Pausa—. Solo será una vida.
—... —Se queda en silencio meditando. Quiere saber más—. ¿Y de qué misión estamos hablando?
Rafael: —Puedes elegir proteger, guiar, iluminar, pacificar, amar, liberar o sanar.
—... —El silencio se prolonga; todo suena demasiado bien—. Todo es demasiado bonito. Me cuesta decidir. —Pausa—. ¿No puedo hacerlo todo?
Rafael: —Y de algún modo, lo harás. Pero debes elegir una misión de vida por excelencia.
—Sanar. —Pausa—. Quiero sanar el mundo. O el universo. No sé dónde debo ir ahora o dónde seré enviado.
Rafael: —Irás a la tercera dimensión. Es allí donde más se necesita elevar la vibración y sanar. Gaia sufre, y los seres humanos también.
—De acuerdo. ¿Hay algo más que deseo saber?
Rafael: —Nacerás como un humano sin polaridad negativa; como lo haría un bebé. —Pausa—. Pero no olvides que eres un fragmento de la divinidad. Y por lo tanto, un hijo del verdadero Dios.
—¿Sin polaridad negativa? ¿Parte de la divinidad? ¿Significa eso que todos los humanos son hijos de Dios?
Rafael: —Sin maldad. Y cuando vuelvas aquí, no la necesitarás porque aquí no existe. Eso es cosa de la segunda, tercera y cuarta dimensión. Aquí, esto ya no existe. —Pausa—. No todos son un fragmento de la divinidad; solo aquellos en los que se ha instaurado una semilla estelar.
—¿Entonces en esta dimensión no...? —Está confuso porque no recuerda eso—. ¿Entonces por qué...?
Rafael: —Hah, los problemas de ese lugar se quedan en ese lugar. —Pausa—. ¿Me sigues?
—Claro. Le sigo.
Rafael guía al orbe de luz a una sala donde otros seis hombres, de similar apariencia y vestimenta, se muestran. Llevan por emblema los colores rosa, amarillo, azul, blanco, naranja y morado. Aunque su emblema es tenue en sus vestimentas.
Rafael: —Estos hombres son tus otros guías. Si bien yo seré el más presencial y el que siempre estaré contigo en mi omnipotencia, ellos también van a estar. Y te van a ayudar en todo lo que necesites. De entrada... —Un libro azul claro brillante emerge de un atril; ahora flota hasta posicionarse frente a la semilla estelar—. Este será tu arma. Pero aun no está completa.
—¿...? —Observa el libro. Tiene un ojo en el centro. ¿El ojo que todo lo ve? ¿El ojo de Dios? Así lo interpreta él—. Bien, pues... ustedes dirán, caballeros.
Al frente da el paso el varón de cabello rubio medio, media melena y portador del emblema azul. Su sonrisa, aunque es algo más serio, sigue siendo cálida.
Miguel: —Mi nombre es Miguel; te acompaño con la virtud de la protección. —Con suma decisión, coloca un dedo sobre la primera página del libro, distorsionándole la página, dejando una figura femenina plasmada en ella—. Haniel te ayudará con sus valores principales: fuerza, valor, integridad y verdad. Puedes evocarla cuando quieras.
—Gracias. Es usted muy amable, Miguel. —Pausa—. Y gracias a usted también, Haniel. —Realmente, aun no se la percatado del asunto...
El varón del cabello rubio claro, corto y ondulado da un paso al frente. Su emblema es el color amarillo.
Su sonrisa es cálida y afable. Le transmite luz.
Jofiel: —Mi nombre es Jofiel; te acompaño con la virtud de la iluminación. —Pasa la página con delicadeza, y con su infinita alegría toca el centro de la página, distorsionando esta hasta plasmar una figura femenina en ella—. Anahel te ayudará con sus valores principales: sabiduría, creatividad, valor y júbilo. Puedes evocarla cuando quieras.
—Muchas gracias, Jofiel. Es usted muy amable. —Pausa—. Se lo agradezco también a usted, Anahel.
El varón del cabello corto rojizo, cuyo emblema es de color rosa, da un paso al frente. Su sonrisa es afable, tierna, amable... le transmite ternura y amor.
Chamuel: —Mi nombre es Chamuel; te acompaño con la virtud del amor. —Pasa la página con delicadeza, y en su infinita calidez, toca el centro de la página, distorsionando esta hasta plasmar una figura femenina en ella—. Zazriel te ayudará con sus valores principales: empatía, ternura, bondad y comprensión. Puedes evocarla cuando quieras.
—Muchas gracias, Chamuel. —Pausa—. Se lo agradezco, Zazriel.
El varón del cabello claro y largo, cuyo emblema es de color blanco, da un paso al frente. Su sonrisa es cálida, agradable, pura... parece un erudito. Y probablemente lo sea.
Gabriel: —Mi nombre es Gabriel; te acompaño con la virtud de la guía. —Pasa la página con delicadeza, y en su infinita armonía, toca el centro de la página, distorsionando esta hasta plasmar una figura masculina en ella—. Gadiel te ayudará con sus valores principales: purificación, visión, expresión y misericordia. Puedes evocarlo cuando quieras.
—Muchas gracias, Gabriel. —Pausa—. Y también se lo agradezco a usted, Gadiel.
El varón del cabello rubio oscuro y largo, cuyo emblema es de color naranja da un paso al frente. Su sonrisa es tan linda... ah, qué agradable se siente. Es paz...
Uriel: —Mi nombre es Uriel; te acompaño con la virtud de la paz. —Pasa la página con delicadeza, y en su infinita paz, toca el centro de la página, distorsionando esta hasta plasmar una figura masculina en ella—. Azriel te ayudará con sus valores principales: armonía, devoción, provisión y devoción. Puedes evocarlo cuando quieras.
—Muchas gracias, Uriel. —Simpatiza con el. Ojalá poder sonreír físicamente—. Y gracias a usted también, Azriel.
El varón del cabello castaño y corto, cuyo emblema es de color morado, da un paso al frente. Su sonrisa es más apagada. Y sin embargo, es agradable y se siente bien cerca de él. Es reparador.
Zadquiel: —Mi nombre es Zadquiel; te acompaño con la virtud de la libertad. —Pasa la página con delicadeza, y en su infinita paciencia, toca el centro de la página, distorsionando esta hasta plasmar una figura masculina en ella—. Iahhel te ayudará con sus valores principales: transmutación, alegría, perdón y aceptación. Puedes evocarlo cuando quieras.
—Muchas gracias, Zadquiel. —Pausa—. Y gracias a usted también, Iahhel.
Y finalmente, Rafael da un paso al frente. Su afable sonrisa sigue presente.
Rafael: —Yo te otorgo la virtud de la sanación. —Pasa la página con delicadeza, y en su infinita bondad, toca el centro de la página, distorsionando esta hasta plasmar una figura femenina en ella—. Nahaliel te ayudará con sus valores principales: transformación, lealtad, éxito y liderazgo. Puedes evocarla cuando quieras.
—Muchas gracias, Rafael. —Su voz se ablanda. Supone que simpatiza mucho con él—. Y gracias a usted también, Nahaliel.
Rafael: —Ahora sígueme. Tu nueva aventura está a punto de empezar.
La semilla estelar sigue al arcángel y al libro que ahora flota al lado del primero. Parece que se dirigen a un portal.
—¿Ese es el portal para volver a la tercera dimensión?
Rafael: —Así es. —Pausa—. Cuando lo cruces, no recordarás nada. Ni siquiera lo que pasado aquí ahora. Tampoco a ti mismo ni tu vida pasada.
—... —Parece que va a olvidar a todo el mundo que una vez conoció. También lo que le acaban de contar. Es duro—. ¿Cree que recordaré a mis amigos en algún momento?
Rafael: —Los recordarás, pero a tiempo divino. —Pausa—. Tu alma hablará por sí misma; escúchala hablar y sigue tu intuición; la respuesta a lo que buscas siempre está en tu interior.
—De acuerdo. —Pausa—. ¿Y cómo estaré en contacto con usted?
Rafael: —Busca las señales; secuencias numéricas, destellos fugaces de luz donde no debería haberlos, plumas, olores agradables sin causa aparente, conversaciones de extraños en la que obtienes una respuesta que estabas buscando, en sueños... —Pausa—. Yo siempre estaré a tu lado aunque no puedas verme. —Cálida sonrisa le dedica, dejando el libro sobre el portal levitando.
La semilla estelar se posiciona sobre el portal, posando su etérea mirada sobre el varón.
—Gracias por todo. —Pausa—. Sanaré el mundo.
Rafael: —Tu vida comienza ahora. —Pausa, colocando el dedo índice de la zurda sobre la hendidura que estaría en los humanos sobre el labio superior—. Te deseo lo mejor del mundo.
Lo siguiente que esa pequeña estrella verá será el espacio al descender, viéndose un haz de luz que llega hasta el planeta tierra, invadiendo este hasta llegar a la orilla del lago. Ahí, pierde el conocimiento.
[...]
Pasadas unas horas, la cálida luz del sol y sus rayos acarician la piel del sanador. Porque sí, ahora tiene piel.
—...
Se mira las manos y los brazos. También la vestimenta que porta. Y al lado, el libro en el suelo.
Al sentarse, su cabellera larga y rubia cae por sus hombros y pecho, observando también sus pies descalzos.
Mira al frente; al agua. No recuerda qué hace ahí. Tampoco quién es él. No recuerda... nada.
Coge el libro, lo abre, observa los ángeles en silencio y vuelve a cerrar el libro.
—Quiero sanar. —Pausa—. Sanarlos a todos.
No sabe el porqué. No tiene el recuerdo de cuál es la razón para hacer eso. Sin embargo, solo sabe que quiere hacerlo.
Se pone en pie y coge el libro, dirigiéndose al interior de la arboleda que se encuentra al lado.
Le ruge el estómago; ahora tiene hambre. Porque tiene necesidades aunque no sea del todo un cuerpo humano.
También siente sed. Y cansancio; tiene sueño. Tiene necesidades básicas, al fin y al cabo.
El ahora desmemoriado Draezrael se dirige a las entrañas de la arboleda. Va a buscar algo que pueda comerse con la guía que aun no comprende. Y después, se acostará un rato. No teme; siente que está acompañado.